La filosofía estoica nos ofrece una guía invaluable sobre cómo alcanzar la felicidad y la virtud. Uno de sus principios clave es enfocarnos en lo que podemos controlar: nuestras propias acciones y actitudes. Los estoicos también enfatizan la importancia de vivir en armonía con la naturaleza, cultivar relaciones significativas y asumir la responsabilidad de nuestras acciones.
Sin embargo, a veces nuestro deseo de ayudar a los demás puede llevarnos por un camino equivocado. Existen ciertos tipos de personas que, por más buena voluntad que tengamos, será muy difícil o imposible ayudarlas a cambiar. Tratar de hacerlo solo nos frustrará y agotará emocionalmente.
Veamos 8 ejemplos de personas que, según los principios estoicos, es mejor no intentar ayudar:
1. Los que creen que el mundo les debe algo
Estas personas muestran una actitud egocéntrica y alejada de la realidad. Piensan que por el simple hecho de existir, el mundo está en deuda con ellos y les debe privilegios y recompensas. Su sentido de derecho y mérito propio está inflado.
Intentar hacerlos entender que en realidad no les debemos nada, solo nos granjeará su indignación. Ellos deben aprender por sí mismos, a través de las decepciones de la vida, que nadie les debe nada sólo por respirar.
2. Los que nunca asumen responsabilidad
Este tipo de personas viven evadiendo la responsabilidad de sus actos. Siempre encuentran a alguien más a quien echarle la culpa cuando las cosas salen mal.
Por más que trates de hacerlos ver que sus acciones tienen consecuencias, ellos insistirán en descargar la responsabilidad en otros. Deben aprender por las malas que cada quien cosecha lo que siembra.
3. Los obsesionados con lo negativo
Hay personas con una marcada tendencia a enfocarse sólo en los aspectos negativos de cada situación, persona o evento. Nada les parece suficientemente bueno.
Aunque trates de hacerles ver el lado positivo o les des soluciones prácticas a sus problemas, ellos se empeñarán en lamentarse y quejarse. Deben aprender por sí mismos a desarrollar gratitud y resiliencia.
4. Los aprovechados y ventajistas
Estas personas buscan sacar ventaja de la buena voluntad de los demás. Recurren al victimismo y la manipulación emocional para que los ayudes, aun cuando ellos son perfectamente capaces de valerse por sí mismos.
Por más que quieras ayudarlos a tomar responsabilidad, ellos encontrarán la manera de evadirla y lograr que otros hagan las cosas por ellos. Es mejor mantenerse alejado de estas personas.
5. Los que no tienen metas ni visión
Aunque tengan talento de sobra, estas personas carecen de la visión y la motivación para hacer algo productivo con sus vidas. Viven el día a día sin aspiraciones ni anhelos.
Podrías ofrecerles todas las oportunidades del mundo, y aún así no las aprovecharían. Deben encontrarse a sí mismos y desarrollar sus propias motivaciones. Nadie puede hacerlo por ellos.
6. Los incapaces de ponerse en los zapatos de otros
Estas personas solo ven su propio ombligo. No muestran ningún interés real por los sentimientos o experiencias de los demás. La empatía les es ajena.
Por más que trates de expandir su perspectiva y hacerlos ver más allá de sí mismos, es muy difícil que lo logren. Deben aprender por sí solos el valor de ponerse en los zapatos del otro.
7. Los que viven en negación y autoengaño
Estas personas distorsionan la realidad para adaptarla a cómo quieren que sea. Cuando se les presentan hechos contundentes que refutan sus creencias, encuentran la forma de ignorarlos o justificarlos con razonamientos ilógicos.
Por más evidencia irrefutable que les presentes, se aferrarán a sus fantasías y negación. Solo ellos mismos pueden confrontar sus distorsiones, si es que alguna vez lo hacen.
8. Los que culpan a los demás de sus problemas
Estas personas siempre responsabilizan a otros de los problemas que ellas mismas han causado. Nunca asumen que sus dificultades se deben a sus propias acciones, actitudes o deficiencias.
Es imposible ayudar a quien no puede ver sus propios defectos y errores. Deben aprender por las malas que la primera responsabilidad recae siempre en uno mismo.
Como vemos, existen personas que, por más que desees ayudar, es muy poco probable que cambien. Tratar de cambiarlos sólo te causará frustración y los alentará a seguir con sus actitudes nocivas.
Enfócate en lo que puedes controlar
Los estoicos nos recuerdan que debemos enfocarnos en nosotros mismos: en vivir virtuosamente, asumir responsabilidad y buscar la armonía con la naturaleza. No podemos controlar a los demás, sólo nuestras propias acciones y actitudes.
A veces, la mejor forma de ayudar es permitir que los demás enfrenten las consecuencias de sus actos y decisiones equivocadas. Ese puede ser el mejor maestro para que entiendan que deben cambiar.
Mientras tanto, cultiva tu propia tranquilidad emocional, relaciones genuinas y deseo de crecer como persona. Ese es el camino hacia una vida plena y con propósito.